Todo sonido se compone por ondas sonoras. Cuando se emiten sonidos en el interior de un recinto, ya sea generado por los comensales de un bar u otras fuentes (altavoces, televisión, etc.), las ondas sonoras que componen dicho sonido se propagan a través de las partículas del aire por el interior del recinto.
Cuando las ondas sonoras propagadas encuentran una superficie, sucede un doble fenómeno: una fracción de las ondas sonoras es absorbida al interior de la pared y el resto es reflejada.
Dependiendo de en qué grado las paredes absorben las ondas sonoras podemos hablar de materiales absorbentes o reflectantes. Los materiales absorbentes son aquellos que absorben la mayoría de las ondas sonoras que chocan en su superficie. Los materiales reflectantes, en cambio, absorben poco las ondas sonoras. Si un recinto está compuesto por materiales reflectantes -cristales, espejos, superficies pulimentadas-, las ondas sonoras generadas en su interior se reflejarán en exceso, produciéndose reverberación: a la menor actividad en el interior del recinto, se generará una sensación de sonido amplificado, como el bullicio generado por los comensales de un bar.